EL HORROR DE CRIADEROS Y MATADEROS: EL BRUTAL ORIGEN DE NUESTRA GASTRONOMÍA


La entrada de hoy me la envía un amigo, Rafa, vegano activista e incansable luchador por los derechos de los animales y el veganismo. Este amigo cuenta con toda mi admiración por todo lo que hace, porque nada le detiene, y mucho menos las personas que se enfrentan a el de la manera mas ruin y sin argumentos posibles. Y todo por una cosa: no se calla. Dice las cosas como son, y las llama por su nombre. Sin delicadezas. Sin cortarse por no herir sensibilidades. El horror sin nombre que es la vida y la muerte de millones de animales cada día, la pesadilla inimaginable que sufren día a día seres indefensos, causada por otros seres de dos patas que solo tienen vinagre en las venas, un corcho por corazón y un estropajo por cerebro, no se merece el que nos vengamos con miramientos.

Agradezco sinceramente a Rafa este relato escalofriante, que no es ni mas ni menos, la realidad cotidiana de lo que ocurre en estos lugares siniestros. Espero que esto abra los ojos y el corazón de más de uno. Con que lo haga a una sola persona, ya habrá valido la pena.

Cristina

ESCENAS OLVIDADAS

Muy cerca del lugar en el que vivo hay uno de esos inmensos e inmundos cebaderos en donde se hacinan miles y miles de cerdos esperando el momento en el que vayan a por ellos para ir al matadero. Cada mañana, a primera hora, van las personas y empiezan a cargar camiones de estos pobres y asustados animales. Será la segunda vez en sus vidas que se encuentran con personas, la primera fue cuando de muy jóvenes se acercaron a ellos para cortarles los testículos, el rabo, y arrancarles sus dientes, todo ello en vivo, sin anestesia alguna. Esta segunda vez, sin embargo, será la última ocasión en que tendrán la 'fortuna' de encontrarse con personas. Entre esos dos momentos, solo 'viven' engordando, y sin apenas poder girarse sobre sí mismos, rodeados por todas partes de sus excrementos.

En ese momento de su partida, los cerdos suelen ser subidos al camión deslumbrados por la luz del sol debido a que es la primera vez en sus 'vidas' que la reciben de una forma directa, como también es la primera vez que recorren un espacio que les hace andar unos pocos pasos más de lo que hasta ahora les permitía su insufrible encierro en un receptáculo infecto, oscuro, pestilente y minúsculo en el que ha transcurrido su desgraciada 'vida'. Mientras, muertos de miedo (no intuyen nada bueno) son conducidos por las personas a ese vagón de la muerte a base de patadas, golpes con barras de hierro, escupitajos y asquerosos gritos con expresiones tales como "tira pallá hijo de puta", "me cago en tus muertos", "venga ya, cabrón, que te queda poco que dar por culo", y algunas más de ese cariz.

Así, los cerdos no dejan de apelotonarse en las pequeñas jaulas del camión al mismo tiempo que emiten unos gritos de una forma tan espantosa y desesperada que si estuvierais por los alrededores no podríais soportar. Las personas, entretanto, están riendo y hablando de sus cosas: del partido de anoche en el Canal Plus, de la fiesta que se pegaron el viernes, de sus turnos de trabajo... pero mientras, al mismo tiempo, y siempre, siempre, sin dejar de escupir a los cerdos. Esos mismos cerdos que van quedando apilados los unos contra los otros en las jaulas de transporte de manera que, los que no resultan casi aplastados, no pueden ni siquiera mover la cabeza. Pero es que lo peor de todo es que el piso de jaulas más alto del camión queda normalmente vacío. Al acercase uno a la escena puede comprobar como esos cerdos están llenos de mierda hasta el punto de no saber qué color pudieran haber tenido cuando nacieron, ya que ese detritus se aposentó de tal manera sobre ellos que ha pasado a formar parte de su cuerpo.

Pero uno también puede observar desde la cercanía la mirada de cualquiera de esos pobres e inocentes animales, os recomiendo que lo hagáis cuando os encontréis uno de estos camiones parado en una gasolinera o cuando estéis adelantándolo en una autovía. Y ante esa mirada, que encierra todo el sufrimiento y la vejación a que alguien se pueda ver sometido, cualquiera que sea portador de una mínima sensibilidad -no mucha- percibirá que ningún ser vivo merece una existencia y un trato tan cruel, tan sádico, tan despiadado y tan desalmado como el que las personas le deparan a esos pobres animales. Tan humano... verdad?

Por cierto, una vez cargados en el camión, las personas comprueban que todos los cerdos han salido de su barracón y a aquellos que no lo han hecho porque han muerto al no haber sido capaces de soportar un infierno y un dolor de tal envergadura, los sacan ellos mismos de mala manera y los dejan tirados a la vista de cualquiera que pase por allí, con el mismo (nulo) respeto y cariño con el que han sido tratados durante toda su 'vida', tal y como podéis comprobar en las fotos que se adjuntan. La banalidad del mal. Si esa es la forma mediante la cual se nutren las personas, no es de extrañar el grado de miseria e infelicidad que suelen arrastrar consigo.

Ante comportamientos así, aceptados y asumidos por (casi) todos, tendrá que ser verdad que esta vida no tenga sentido alguno, y que, verdaderamente, no haya nada más después, porque para aquellos que así lo crean y que a pesar de conocer la atrocidad que existe detrás de lo que comen, sigan tolerando, ignorando y alentando con sus actos y hábitos de alimentación que esta práctica despreciable, sanguinaria y moralmente repulsiva e inaceptable se siga perpetrando día a día, no creo que, precisamente, les esté deparado un lugar de privilegio en esa "otra vida" a la que probablemente aspiran. ¿O es que existe alguna excusa que justifique tamaña degradación? Porque uno continúa sin explicarse cómo la mayoría de las personas siguen sin querer afrontar -y repudiar- la cruda y cruel realidad que hay detrás de lo que tan asépticamente se exhibe en los estantes de los supermercados. Eso sí, a menudo nos escandalizamos cuando se quema una bandera o un retrato del rey, o porque se permita que se casen dos personas que, aún queriéndose, son del mismo sexo... Y se tachan esas conductas de incivilizadas o inmorales. Tan humanos, verdad?

Los dueños de esos centros de tortura perenne y gratuita, y sufrimiento sin límite tienen dedicados parques, paseos, colegios y diversos centros culturales a su nombre, además de diversas medallas, condecoraciones y la admiración y el reconocimiento de todas las personas que cuando van a hacer la compra tienen escenas olvidadas, como las que acabo de relatar. A los que toman conciencia, se apiadan y se posicionan frente a tamaña masacre e indignidad nos dicen que somos unos raros. Tan humanos... Puaggggg!!!!!











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